Al leer el texto “Estudiar Matemáticas: el eslabón perdido entre enseñanza y aprendizaje” de Chevellard, por primera vez encontré en un texto de estas características argumentos que me convencían que es necesario aprender esta disciplina. Sin duda alguna la he considerado y considero importante, pero al encontrarme con una gran cantidad de jóvenes desmotivados a estudiar y aprender matemática me estaba rondando el pensamiento de por qué se enseña. Este autor da una clara respuesta a esta interrogante que se hacen algunas personas, el menciona lo siguiente: “la presencia de las matemáticas en la escuela es una consecuencia de su presencia en la sociedad y, por lo tanto, las necesidades matemáticas que surgen en la escuela deberían estar subordinadas a las necesidades matemáticas de vida en la sociedad.”
Esto me hizo pensar en mi comentario de hace algunas semanas atrás en el que mencionaba a la teoría y la práctica como pilar importante para un profesor/a de calidad, en este comentario mencioné que la práctica era una consecuencia de la teoría, lo que fue rebatido por la profesora que mencionó que el proceso era inverso. Me quedé pensando un largo rato en esto y asumí mi error, no había pensado en la iniciación de la matemática que comenzó con práctica para luego teorizarla, y es esto lo que en mi praxis no he estado cumpliendo. No me queda más que darme un vuelco en este sentido, si bien considero que la matemática como disciplina científica está presente en muchas áreas, no he estado cumpliendo mi rol de hacerla “útil”, en el sentido de que no estoy subordinando lo que en la escuela se hace en relación con la sociedad.
Como profesor debo crear o idear estrategias didácticas que hagan el nexo entre escuela y sociedad, tal como lo plantea el paradigma curricular sociocrítico, y con esto tratar de no caer en lo que el Chevellard menciona como “enfermedad didáctica”. Si esto ocurre creo que la enfermedad puede ser infectocontagiosa y derivarse en una enfermedad grave en los y las estudiantes que se enfrentan a esta disciplina semana a semana que es la DESMOTIVACIÓN. Considero que es necesario asumir un compromiso el que como profesor, junto con mis estudiantes, hagamos matemática dentro del aula; tomando elementos que están en nuestra sociedad y contingencia e ideemos planes para mejorarla e incluso soñar con cambiar algo. Debo confesar eso sí, que no es fácil, el sólo hecho de entrar a una sala de clases con el logo de “profesor de matemática” ya desmotiva a una gran cantidad; cómo lograr que esto se haga de manera innovadora, creativa y agradable, aún no lo sé; sin embargo el desafío está dentro de mí.
Esto me hizo pensar en mi comentario de hace algunas semanas atrás en el que mencionaba a la teoría y la práctica como pilar importante para un profesor/a de calidad, en este comentario mencioné que la práctica era una consecuencia de la teoría, lo que fue rebatido por la profesora que mencionó que el proceso era inverso. Me quedé pensando un largo rato en esto y asumí mi error, no había pensado en la iniciación de la matemática que comenzó con práctica para luego teorizarla, y es esto lo que en mi praxis no he estado cumpliendo. No me queda más que darme un vuelco en este sentido, si bien considero que la matemática como disciplina científica está presente en muchas áreas, no he estado cumpliendo mi rol de hacerla “útil”, en el sentido de que no estoy subordinando lo que en la escuela se hace en relación con la sociedad.
Como profesor debo crear o idear estrategias didácticas que hagan el nexo entre escuela y sociedad, tal como lo plantea el paradigma curricular sociocrítico, y con esto tratar de no caer en lo que el Chevellard menciona como “enfermedad didáctica”. Si esto ocurre creo que la enfermedad puede ser infectocontagiosa y derivarse en una enfermedad grave en los y las estudiantes que se enfrentan a esta disciplina semana a semana que es la DESMOTIVACIÓN. Considero que es necesario asumir un compromiso el que como profesor, junto con mis estudiantes, hagamos matemática dentro del aula; tomando elementos que están en nuestra sociedad y contingencia e ideemos planes para mejorarla e incluso soñar con cambiar algo. Debo confesar eso sí, que no es fácil, el sólo hecho de entrar a una sala de clases con el logo de “profesor de matemática” ya desmotiva a una gran cantidad; cómo lograr que esto se haga de manera innovadora, creativa y agradable, aún no lo sé; sin embargo el desafío está dentro de mí.